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Donald Trump ganó las elecciones en Estados Unidos hace dos meses y todavía colea su victoria. Todavía hay gente que se cuestiona cómo una persona como él y con sus características pudo derrotar a la que todos daban como flamante ganadora antes de tiempo, Hillary Clinton.
Numerosos medios de comunicación primero cuestionaron el sistema electoral estadounidense y hasta la capacidad de decisión de la población en zonas del interior, alejadas de las metrópolis como Nueva York o Los Ángeles. Después, se están vertiendo acusaciones contra Rusia, a la que consideran responsable de hackear correos electrónicos, de lanzar una campaña encubierta de desprestigio y de desarrollar ciberataques contra el Partido Demócrata.
Desde ahora,los estados deben atender un nuevo frente igual o más importante que los anteriores: el ciberespacio.
Trump asumirá la Presidencia el próximo 20 de enero, pero ya se ha reunido con altos dirigentes de la seguridad e inteligencia de Estados Unidos para abordar estos casos. Evidentemente, Trump dice que el hackeo, en caso de haberse producido, no tuvo impacto en el resultado de las elecciones estadounidenses. Por su parte, Rusia niega toda participación en cualquier ciberataque o acción similar, como es lógico.
Sea como fuere, este caso debe servir para hacer reflexionar a los gobiernos e instituciones e incluso a la opinión pública, de la relevancia que ha adquirido Internet, no solo para el desarrollo de cualquier acto cotidiano de la vida, sino también en cuestiones estratégicas que afectan a los estados y, por consiguiente, a millones de ciudadanos.
Hasta ahora, los estados preparaban su defensa ante ataques convencionales. Desde ahora, deben atender un nuevo frente igual o más importante que los anteriores: el ciberespacio. El peligro está ahí, acechando, y no solo se refiere a que a través de las redes se puedan crear sofisticadas campañas que generen corrientes de opinión y puedan influir en el sentido del voto.
Va mucho más allá. Prácticamente, todos los sistemas e instalaciones estratégicas funcionan con software, están interconectados y tienen conexión a Internet. Cualquier persona con los conocimientos y el tiempo suficientes puede encontrar brechas de seguridad y acceder a los datos existentes. O lo que es peor, manejar a su antojo el sistema en el que se ha introducido, ya sea para provocar un daño al propietario o para generar acciones que beneficien al propio pirata informático o al que le ha ordenado desarrollar el ciberataque.
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