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Si usted es un romántico aficionado al fútbol ya sabrá, a estas alturas, que lo suyo va perdiendo. Si es un sencillo abonado al club de sus amores y sólo quiere ganar y poder verlo, y que no le pidan demasiado dinero ni demasiado tiempo ni demasiado sueño, quizás pase el otoño algo cabreado. Y si le digo que este artículo va sobre Rubiales y el dinero y los jeques quizás haya parado de leer. Al fin y al cabo, esto es tan solo un juego.
Vivimos tiempos cortos en política y en todo lo demás, tiempos líquidos dirán los politólogos que tratan de explicarnos cómo lo que hoy es ‘no’ mañana es ‘ven aquí y dame un abrazo’, y que eso es jugar en los marcos de lo real. Pues en el fútbol es igual.
Piensen en una locura futbolera. Piensen, por ejemplo, que la Supercopa de España se dispute en Arabia Saudí, a cuatro equipos y a principios de enero. Es imposible, dirán, porque hasta Arabia no se pueden ir los hinchas a pasar cuatro días con su equipo. El viaje es caro y en enero hay pocos que se lo puedan pagar, por no hablar de los permisos por vacaciones, las entradas y los visados. Sería algo así como robarles a los hinchas una competición, por pequeña que sea. Aunque es cierto que esto se les hizo a los argentinos con su Boca-River, nada menos, y nos pareció bien. Y no están los aledaños de los estadios llenos de manifestaciones pidiendo un poco de atención.
Además está el tema de los derechos y las libertades; las mujeres en Arabia no pueden ir al fútbol solas, está prohibido, y no se pueden vestir de futboleras, como una más. Bueno, pongamos que la Federación acuerda que, por unos días y como excepción occidental, el país saudí permita a las mujeres un poco de fútbol. A mediados de enero, ya sin Madrid ni Barça ni Atleti ni Valencia, las mujeres volverán a su redil, pero eso ya no será cosa nuestra. Medalla para España y hasta la próxima. Nos queda el asunto de los homosexuales, claro, prohibidos allí; sobre esto no hablamos porque todo el mundo sabe que no hay futbolistas gays, ni periodistas gays ni dirigentes gays; y si los hubiera, estarían calladitos. ¿Y la mala imagen? En fin, miren lo que se publicita en algunas camisetas.
Nos queda una variante en nuestra hipótesis. Pongamos que el presidente de la Federación se lleva comisión del espectáculo y que los equipos reciban sus millones a cambio, en una fecha en la que no hay giras asiáticas que repartir. Pongamos que los socios de Madrid, Barça, Atleti y Valencia no digan nada. Imaginen a todos en la tele, desde Vigo hasta Shanghái. Bienvenidos a la realidad líquida del fútbol.
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