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Resulta indiscutible que tanto la motivación para realizar el documental como su elemento diferenciador y su sentido recaen en el hecho de que el pequeño Jan, en efecto, tiene Síndrome de Down. Es evidente. Sin embargo, a medida que la película avanza, y tan transparente y generosamente se nos permite introducirnos, sin ningún tipo de omisión, en la intimidad de esta familia, vamos dándonos cuenta de que tal vez La Historia de Jan no tiene por qué ser la «historia de un niño con una dificultad».
Las preocupaciones, el nerviosismo, las dudas… todo aquello a lo que Mónica y Bernardo, padres, se enfrentan a lo largo de la cinta no es demasiado diferente a todo lo que enfrentan unos padres cualesquiera que reciben a un hijo con la mayor de las ilusiones y la más generosa aceptación.
"La Historia de Jan no tiene por qué ser la «historia de un niño con una dificultad".
Es evidente que los plazos no son los mismos, que se requiere de decisiones distintas, de necesidades distintas. Pero, ¿qué grado de importancia tienen estas diferencias? ¿Dónde se sitúan en la escala de relevancia? ¿Será ése el foco principal de la historia?
Lo maravilloso de La Historia de Jan reside quizá en que, dado que se trata en su mayor parte de documentación real y cotidiana, tanto el rumbo de la historia como su mensaje están revestidos, simple y llanamente, de verdad. El guión no está escrito, y si debe de haber un guionista, éste es, sin duda alguna, el propio Jan.
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