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Marx, el humorista, sentenciaba, moviendo las cejas y el puro, que a menudo hablamos de amor cuando en realidad queremos decir sexo. Con más Gracia, el Papa Francisco acaba de publicar un amplio documento (Exhortación apostólica postsinodal) en el que habla de La alegría del Amor, y de todo lo que conlleva, sin tapujos. Es difícil encontrar una provocación mayor para un tiempo como el nuestro, en el que los vínculos sociales son cada vez más endebles; lazos ligth de carácter sentimental, que alcanzan la cima de su expresión en una suerte de hipersexualidad envolvente. Tiempos que dan sentido a la pregunta de Groucho.
La Exhortación recoge las aportaciones de los dos recientes Sínodos sobre la familia que se han celebrado en El Vaticano y es de agradecer que ponga un cierto orden en el camino recorrido. Formalmente, el documento presenta la originalidad de la calidez en la palabra poética. Francisco cita a San Pablo y a su carta a los Corintios sobre el amor sin límites, a una película como El festín de Babette, o a Borges. "Decía el poeta, toda casa es un candelabro", en ella las vidas de los hombres arden, como velas aisladas. Hay luz, hay entrega generosa, hay consumación. Esta es la carta de bienvenida, que transcurre por los páramos de la belleza, como vía de acceso a la verdad de la familia. Esta es la apuesta: la familia es un fundamento, un cimiento sólido para una sociedad que a menudo anda sin suelo.
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