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"Si votamos, ganamos. Y si el Estado lo impide por la fuerza, también lo hemos ganado". Así se expresaba hace no mucho tiempo Jordi Sánchez, presidente de ANC, una de las plataformas más activas en favor de la independencia en Cataluña. Ahora se rasgará las vestiduras por la violencia policial, él que la incluía como ingrediente clave de su plan de victoria. Algo parecido dijo también el vicepresidente de la Generalitat, Oriol Junqueras: "Cuando nos digan que esto es ilegal, tenemos que mantener la convocatoria. Porque si mostramos al mundo una imagen de colas de gente votando con una papeleta en la mano y el Gobierno español intentando impedirlo, ya habremos ganado".
Por su parte, Rajoy aseguró que no habría referéndum en Cataluña. Si atendemos a ambos puntos de partida, se puede decir que el resultado del 1-O da argumentos a todos para consolarse. Como no podía ser de otra manera, la consulta independentista careció de todo tipo de rigor y control. Nada que inquiete a los independentistas, pues han celebrado este referéndum tras aprobar una Ley en el Parlament que tampoco contó con las mínimas garantías democráticas. Pero lo cierto es que hubo urnas, hubo colas con gente y hubo policías y guardias civiles intentando impedirlo. Intentando. Exactamente el escenario que los independentistas deseaban.
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