“La fiesta de los dipu-tables”. Ese fue el titular de
un video publicado por medios de comunicación en México, el pasado lunes 11 de agosto, en el que aparecen diputados federales del Partido Acción Nacional (PAN), departiendo y bailando con un grupo de mujeres en una fiesta privada.
Sin duda, estas imágenes a primera vista pueden resultar atractivas para los lectores, generar tráfico y encender un debate ante la opinión pública, pero más allá del escándalo, también es posible plantearse algunas reflexiones éticas relacionadas con los principios del periodismo.
Algunas preguntas que surgen son:
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¿Por qué habría de publicarse imágenes que pertenecen a la vida privada?
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¿Por qué es noticia que un funcionario esté bailando con una nudista?
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¿En qué casos un aspecto de la vida privada de un funcionaro se convierte de interés público?
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¿Qué consecuencias traerá la publicación de estas imágenes?
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¿Quién filtró el video y con qué intereses?
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¿Cuál es la noticia en este caso?: ¿Qué los diputados se encuentren en una fiesta privada con nudistas?, ¿qué las nudistas fueron pagadas con dinero público?, ¿está corroborado que les pagó con dinero público?
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¿Cuál es el rol del periodismo frente a los juicios morales que comparte una sociedad?
No son preguntas sencillas y sus respuestas quizás estén llenas de matices, sin embargo, sí podemos guiarnos por una serie de valores que nos pueden dar luces sobre cómo actuar en casos en los que están en juego factores como la vida privada, el interés público, el impacto noticioso y la responsabilidad social del oficio.
Estas son
diez reflexiones éticas planteadas por el maestro Javier Darío Restrepo que pueden ser de utilidad en casos como el video de los diputados:
1. El funcionario tiene un derecho a la intimidad que es menos extenso que el del ciudadano privado, por cuanto es responsable de bienes que son de todos. Cuando un hecho o un personaje tienen una relación que afecta al bien público, asumen el carácter de públicos. El nombramiento por voto popular, la representación de los intereses de la población, el manejo o implicación en los bienes públicos, confieren al sujeto la calidad de público.
2.La prensa solo se puede inmiscuir en aquellos detalles de la vida privada de un personaje público que tengan verdadera relevancia social, sin obrar nunca de modo intrusivo.
3. “Funcionarios, famosos, políticos, tienen derecho a la intimidad, solo que esta es más restringida para ellos porque cuando su vida afecta al interés público, la ciudadanía tiene el derecho de conocerla”.
4. “Para que una denuncia sea eficaz, debe estar respaldada con pruebas suficientemente sólidas para convencer sobre su seriedad”.
5. “Cuando el lector percibe una mala intención personal contra alguien, la denuncia pierde credibilidad ante sus ojos. Y si además de la inquina personal, la denuncia se presenta sin pruebas, puede ser objeto de rechazo y de acusación penal por calumnia”.
6. No basta tener la noticia, porque siempre será preciso responder: ¿para qué difundir esta noticia? De modo que si es una noticia útil para la vida de la sociedad, esa es la que se difundirá; las que no tienen utilidad alguna, o las que harán daño, esas no aparecerán. Resuelto el interrogante del “para qué” viene la pregunta del “¿cómo?” porque la manera de presentar tiene que ver con esa utilidad que se busca.
7. “El sensacionalismo llega hasta donde comienza el periodismo inteligente”.
8. “Hay un periodismo de inferior calidad que se limita a dar respuesta a los sentidos de la vista y del oído. Muestra y deja oír, por tanto sirve a las sensaciones, por eso se llama sensacionalista y sólo tiene en cuenta una parte del ser humano: sus sentidos.
9. Este periodismo (sensacionalista) está atento a satisfacer la curiosidad y el morbo de las personas, se desvive por entretenerlas y es tan efímero como cualquier sensación que desaparece y es olvidada en el momento en que llega otra sensación”.
10. El sensacionalismo ofrece un aspecto positivo porque hace que el periodista piense más en el receptor de su información; lo negativo comienza cuando el periodista instrumentaliza al receptor, al pensarlo como cliente al que se le vende un producto o que eleva los niveles de sintonía o de circulación, y no como un interlocutor con quien se comparte un conocimiento. Además el sensacionalista solo ve y sirve a los sentidos de su receptor, pero no su inteligencia.