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Para el turista que llega por primera vez a Israel una de las cosas más sorprendentes es el “fenómeno Sabbat”. El país entero se detiene desde el atardecer del viernes hasta el atardecer del sábado, ya que fue el día en que Dios descansó después de la Creación. El visitante lo ve como una atracción más, como algo exótico, pero a veces no se da cuenta de algo mucho más interesante, que el domingo, nuestro día de descanso, es allí como el lunes.
Desde el punto de vista judío no hay problema, los padres van a trabajar y los niños al colegio. Pero ¿qué hay de la población musulmana y cristiana del país? La mayor parte adapta sus horarios laborales a esta peculiaridad, pero hay excepciones. Hay multitud de colegios de estos credos que siguen un horario más europeo, lo que supone que en domingo están cerrados. Sin duda se trata de un problema para los padres que tienen que trabajar, ya que no pueden dejar solos en casa a los niños pequeños.
En un barrio de Jerusalén, cerca de la Universidad Hebrea, han encontrado una solución: una escuela abierta sólo en domingo para niños musulmanes y cristianos. “La idea surgió de los padres” dice Lyanna, una de las profesoras. “Tenían este problema y buscaron una solución. Lo normal es dejar a los niños más pequeños con las hermanas mayores, pero no es justo para ellas”.
El cole abre los domingos, día lectivo en Israel, para niños de cualquier credo
Los niños llegan al centro cívico del barrio, donde se desarrolla el proyecto, a las 8:00 de la mañana y se marchan a las 16:00. Está ubicado en un territorio anexionado unilateralmente por Israel en 1980, después de que fuera tomado en la Guerra de los Seis Días en 1969, por lo que en muchos casos no está reconocido a nivel internacional como parte de Israel. Desde el punto de vista europeo es lógico pensar que este barrio tiene una seguridad especial, y aún más una escuela, pero no es así. Los alumnos no tienen que pasar ningún control al entrar y para ser aceptados en las clases los padres sólo tienen que rellenar una solicitud de ingreso en la que la única restricción es la edad de los niños. La única vigilancia que hay es la policía que patrulla el resto de Jerusalén.
A pesar de la diferencia de edad, de 5 a 10 años, los niños permanecen juntos en el mismo aula. Las clases son bastante diferentes a las que reciben en el colegio ya que a pesar de todo se trata de su día libre. Juegan, dibujan, pero también estudian. Los profesores se centran sobre todo en los idiomas. Algunos de los alumnos sólo hablan árabe, aunque la mayoría habla también inglés. Aquí se les enseña también hebreo a través de juegos, deporte y actividades creativas. “Les gusta sobre todo hacer manualidades y teatro” cuenta Lyanna. “El otro día decidieron que querían celebrar una boda, así que se disfrazaron y acabaron tirando confeti”.
En cuanto a la relación entre niños de diferente religión “nunca ha supuesto un problema” dice la profesora. “Los alumnos no lo ven como algo que les diferencie. A veces los niños mayores no quieren estar con los pequeños, o los niños no quieren estar con las niñas, pero nunca por un motivo religioso. En diciembre celebramos la Navidad en clase, hicimos un mural con un árbol de Navidad y lo decoramos. También celebramos días importantes del islam. Los niños no entienden que sea una cultura diferente. Simplemente ven una fiesta más”.
La diversidad cultural también está entre los profesores. Lyanna es musulmana y acude a clase vistiendo el hiyab, el velo que cubre la cabeza y el pecho. Por el contrario Noam, el profesor de capoeira, es judío: “Los niños nunca hablan sobre Dios, sólo juegan, se pelean... Nunca me han preguntado qué soy yo. Para ellos soy `Gato´ (su nombre de capoeira), su profesor”.
"Solo queremos trabajar con los niños, no meter ideología", asegura la profesora
“Los que hacen los problemas son los adultos” dice Lyanna “Nosotros sólo queremos trabajar con los niños, no meter ideología”. Tanto los padres como los profesores insisten en que el proyecto no nació como una utopía para lograr la paz entre religiones y pueblos, tenían un problema común y buscaron una solución, sin plantearse quién es de una fe o de otra.
Los niños terminan el día jugando en un castillo hinchable, gritando, peleándose y haciendo las paces, como un ejemplo para los adultos. A pesar de que para los responsables no sea nada especial, y para los padres sólo sea un lugar seguro para dejar a sus hijos mientras trabajan, aparece ante los ojos extranjeros como un rayo de esperanza. Y es que en un país del que sólo llegan noticias de odio y segregación encontramos que judíos, cristianos y musulmanes se pusieron de acuerdo por si mismos para solucionar un problema común.
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