Plàcid García-Planas ha sido corresponsal de guerra en Irán, Sarajevo, el Golfo, Afganistán o Iraq. Al principio dijo que sí porque no supo decir no, y luego porque aceptó el reto de hallar cómo adverbiar el sufrimiento, adjetivar la oscuridad, puntuar la muerte.
¿Por qué se metió en esto?
Me dieron miedo los números. Estudié periodismo porque no sabía qué hacer. Vino un profesor de la Universidad de Navarra a mi colegio y me vendió la moto. Me dijo: información es poder, información es futuro. Me dije: es una carrera fácil, ve para allá. Pero no tenía ni puñetera idea del mundo en el que me metía.
¿Y reporterismo, para qué?
Para compartir, esencialmente. Para compartir y reflexionar con el lector. El reporterismo sale de ti para abrirse hacia afuera. Para compartir, para conocer, para saber, para informar, para trasladar. Para mí un buen reportero es como un taxista que coge al lector y lo lleva hacia un lugar: le presta sus ojos. Los sectarios no sirven para el reporterismo. El reporterismo es un periodista, una libreta, un boli y la mente libre… y dejar que el mundo te sorprenda para después sorprender al lector y junto con él conocer, reflexionar.
Te pondré un ejemplo actual. Yo creo que España ha desaprovechado la espectacular herramienta del reporterismo. En todo este debate de Cataluña y España, por ejemplo, yo no he visto ningún periódico de Madrid, o poquísimos, que hayan mandado un reportero con la mente en blanco a Olot para ver y preguntar a la gente qué pasa. Tampoco a la inversa, tampoco he visto un periódico de Barcelona que se vaya a Jerez de la Frontera para hacer lo mismo. Yo creo que es una herramienta de conocimiento de unos a otros, que en este país está absolutamente desaprovechada.
¿Da igual el código postal? ¿Es lo mismo ser un reportero aquí que serlo en una guerra?
Totalmente. La actitud, la función, la escritura es igual si te vas a Santa Coloma de Gramanet o a Kandahar. Absolutamente igual. Al final se trata de encontrar palabras para transmitir lo que tú hueles, ves, aspiras, escuchas: lo que tú sientes. En el caso de una guerra debes encontrar la manera de adverbiar el dolor, de puntuar la muerte.
Pero estar en una guerra es más duro. ¿Vale la pena el esfuerzo, el peligro y el miedo al que se expone?