La revolución del WhatsApp empezó en el Líbano en 2019. Oleadas de personas salieron a las calles a protestar en contra del impuesto que el Gobierno quería poner a las llamadas en esta plataforma. Consiguieron paralizar la medida, pero el pueblo libanés ha seguido manifestándose pacíficamente en contra de la corrupción política y la grave crisis económica –el PIB ha caído un 45% desde el año 2020–.
A estas protestas se suma el malestar social que hay por la división religiosa del Líbano. El país está dividido en chiítas, sunitas y cristianos que, aunque hasta ahora se alternaban el poder, el confesionalismo está empezando a ser cuestionado. Los líderes políticos son los mismos desde hace décadas, pero la clase política está cada vez más dividida, sobre todo, desde la explosión en el puerto de Beirut el 4 de agosto de 2020. Este hecho fue el punto de inflexión para un aumento progresivo de la tensión social. Casi 3.000 toneladas de nitrato de amonio estallaron en la capital y dejaron 207 muertos, 6.000 heridos y nueve desaparecidos. La explosión causó la dimisión del Ejecutivo en bloque, y provocó que el Líbano estuviera casi un año sin Gobierno.
El juicio por la explosión aún sigue en curso y ha sido el motivo del último gran enfrentamiento en Beirut: un tiroteo durante tres horas que trasladó a algunos de los libaneses a los años de la guerra civil. Hezbolá culpa a las Fuerzas Libanesas del ataque porque Tayouneh, el barrio en el que tuvo lugar el conflicto, es un reducto de esta milicia cristiana de la guerra. Además, es uno de los partidos más numerosos en el Parlamento libanés.
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