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El pasado cuatro de enero Reporteros sin Fronteras, RSF, publicó el informe ‘La Yihad contra los periodistas’ que refleja los ataques que sufren los informadores por parte de grupos terroristas islamistas como el Estado Islámico, Daesh, Al-Qaeda, Al-Shabaab o Boko Haram.
El documento recoge los “orígenes del odio” que profesan estos grupos hacia este colectivo profesional, y es que defienden que los periodistas tiene que someterse o morir. También se refleja la maquinaria creada para difundir su visión sobre el islam y las diversas formas que tienen para reclutar a los jóvenes con el fin de formar parte de su lucha.
El secretario general de RSF, Christophe Deloire, afirmó que "el yihadismo se ha posicionado en la actualidad, junto a los más terribles dictadores, entre los peores depredadores de la libertad de prensa del mundo".
El organismo recuerda en su informe “11 mandamientos” los requisitos que exige públicamente Estado Islámico a los periodistas que se encuentran en la provincia siria de Deir Ezzor. El primero de ellos es jurar lealtad al califa. También se prohíbe a los periodistas trabajar para canales que “combatan a los países islámicos”. Cualquier información relativa a lo que está ocurriendo se tiene que consultar antes con la “oficina de prensa” de EI y, en caso del incumplimiento de la normativa “el periodista se convierte en responsable”.
La política de estos grupos terroristas hacia los medios de comunicación se centra en dos vertientes. La primera de ellas es la propaganda para lo que utilizan travellings y cámara de última generación para crear contenidos audiovisuales impactantes, que son producidos por las “brigadas mediáticas”, quienes cobran hasta siete veces más que los soldados y que, en ocasiones, cuentan hasta con vehículo propio. La otra consiste en las detenciones, secuestros, ejecuciones sumarias y asesinatos.
Entre las víctimas de estos grupos terroristas se encuentra el reportero gráfico irquí Jala’a Adnan Al-Abdadi quien huyó de Raqqa, ciudad contralada por el Daesh, que decidió volver a pesar de no tener dinero, porque consideró que era su obligación cubrir lo que estaba sufriendo la población civil. Al-Abdadi mostró las crucifixiones, decapitaciones y torturas a las que están sometidos los ciudadanos opositores. Poco después de su regreso, fue interceptado y ejecutado de inmediato. La misma suerte corrió Simon Ateba, periodistas camerunés acusado de espionaje por Boko Haram, tras acudir a un campo de refugiados nigerianos en el norte de su país para contar las condiciones de vida.
Conoce más información sobre el Informe: 'La yihad contra los periodistas' en el sitio original.
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