Turquía y Siria: Un futuro en reconstrucción

Han pasado tres días desde el primer temblor, y los equipos de rescate continúan buscando entre los escombros. La unidad canina localiza a una persona atrapada entre los restos de un edificio. Es una mujer y está viva. Los rescatadores construyen un pequeño túnel para llegar hasta ella: es su primer contacto con el exterior después de casi 72 horas.

Una vez estabilizada, pide a los médicos que atiendan primero a sus familiares, con los que se encontraba en el momento del derrumbe. Pero no es posible. Finalmente, el equipo de salvamento consigue evacuarla y llevarla al hospital. Manuel Pardo, uno de los sanitarios que participó en la operación, fue testigo de esta historia. Aquella mujer es una de las más de 8.000 personas que han sido rescatadas con vida.

En la madrugada del pasado 6 de febrero, los habitantes de las regiones del sureste de Turquía y el noroeste de Siria sintieron el suelo temblar bajo sus pies de una forma que no se recordaba en el último siglo. Los terremotos, con epicentro en las localidades de Gaziantep y Ekinozu, registraron una magnitud superior a los 7,5 puntos en la escala de Richter y han provocado más de 50.000 víctimas mortales y alrededor de 120.000 heridos.

#WhiteHelmets volunteers have saved 127,000+ lives since the beginning of their operations in #Syria, including those affected by attacks from regime forces & Russia, and natural disasters. Our teams remain committed to assisting civilians in recovering.#WorldCivilDefenceDay pic.twitter.com/jsQ8m35Hny

— The White Helmets (@SyriaCivilDef) March 1, 2023

En Turquía no se recuerda una catástrofe de magnitud similar desde el seísmo ocurrido en Erzincan en 1939, y en Siria, los ciudadanos de Alepo ven cómo la desgracia se ceba con ellos después de once años de guerra civil. Los destrozos provocados por el terremoto aumentan la desolación de un paisaje ya de por sí en ruinas tras más de una década de conflicto armado.

Hace unas semanas que los equipos de rescate dieron por acabada su labor en las zonas afectadas para dar paso a las excavadoras. Sin embargo, la crisis humanitaria no ha hecho más que empezar. Millones de personas han perdido a familiares y amigos, y han visto sus casas colapsar frente al rugido de la naturaleza. Ahora se ven obligados a reconstruir su vida desde cero.

Testigos en primera línea
Usoa Zubiria es corresponsal de TVE en Turquía. Allí ha conocido de primera mano la situación en la que se encuentran los damnificados. “Vimos cosas terribles. Lo que más me ha impresionado han sido las personas que no se movían de los escombros y pasaban día y noche esperando a tener noticias de sus familiares desaparecidos”. 

La periodista explica lo difícil que resulta transmitir esperanza y fortaleza a personas que están “totalmente derrotadas”, pero destaca también la forma en que la luz se deja ver entre tanta oscuridad y describe cómo la solidaridad se abre paso en medio de la tragedia. Zubiria recuerda la historia de unas mujeres que habían recorrido kilómetros hasta el cementerio de Hosni Malle para dar apoyo psicológico a aquellos que iban a enterrar a sus familiares.

La empatía aparece de forma natural entre aquellos que han sufrido el mismo mal. No obstante, esta función queda reforzada de forma profesional por los equipos de psicología que acuden a las zonas catastróficas. Teresa Pacheco, doctora en Psicología y experta en emergencias y sucesos de gran magnitud, destaca la importancia del “apoyo emocional” a las víctimas de estos acontecimientos. Según explica, el objetivo es “la prevención de una patología futura, pues se sabe que cuanto más inmediata es la intervención, mayor es la probabilidad de que no aparezcan secuelas en el futuro”.

#Turquía 🇹🇷 Un padre toma la mano de su hija que yace sin vida entre los escombros por el terrible terremoto. Mesut Hancer se niega a soltar la mano de su hija Imrak de 15 años. #earthquakeinturkey #TurkeySyriaEarthquake #Turkey #TurkeyQuake #Terremoto #earthquake pic.twitter.com/zrBcQrJXgw

— Historiente (@historiente) February 10, 2023

Esto es algo que corrobora el testimonio de María Jesús Pallarés, una de las afectadas por el terremoto que azotó a la ciudad murciana de Lorca en 2011. Según cuenta, lo que recuerda de aquel día es “el estrés y el terror durante los temblores y el miedo que se siente al pensar que ha llegado tu hora”. 

Una sensación, relata María Jesús, que tarda mucho en desaparecer: “La psicosis era tal que con cualquier ruido que se salga de lo normal entras en pánico. Unos meses después fuimos a comer a un restaurante cerca de unas vías del tren y no te puedes imaginar el salto que dimos todos, estábamos histéricos”.

Edificaciones poco seguras
Las autoridades estiman que alrededor de 6.500 edificios se han derrumbado a causa del terremoto. El Colegio de Arquitectos de Turquía apunta a que una de las razones del colapso de las edificaciones responde a que muchas de ellas no cumplían con las normativas de construcción. Tras los terremotos de Izmit de 1999, Recep Tayyip Erdogan señaló a las constructoras y comparó la negligencia con el “asesinato”. Pero hoy, ya como presidente, muchos de los edificios derrumbados carecían de las licencias de seguridad pertinentes.

Cuando un edificio se derrumba durante un terremoto, regularmente se debe a una combinación de dos factores: la carga y los materiales de construcción. “La carga del terremoto real  mueve los edificios, y si no se construyen correctamente con los materiales correctos, no tienen la capacidad para manejar las cargas, lo que hace que no aguanten y se desplomen”, explica el director del Grado en Arquitectura de la Universidad Francisco de Vitoria (UFV), Felipe Samarán. 

Una de las imágenes que ha dado la vuelta al mundo ha sido la Escuela de Ingenieros de Turquía, una de las únicas edificaciones que se ha mantenido después del terremoto. Según Samarán, esto se debe a que “las edificaciones tienen que tener suficiente capacidad para moverse sin golpear con otros edificios colindantes. Tienen que ser suficientemente rígidas, pero al mismo tiempo flexibles para poder admitir el movimiento horizontal y vertical que le impide un terremoto”.

Edificio de la Escuela de Ingenieros de Turquía. Foto: @JuanJAmado

Lo que más afecta a un edificio es que el periodo de oscilación de la Tierra coincida con el periodo de oscilación del edificio. Si esas dos cosas ocurren, si entran en sintonía, entonces el edificio va ampliando su movimiento y acaba cayendo. Samarán explica que “los terremotos son absolutamente imprevisibles todavía en nuestros días y solamente es un acontecimiento predecible por la estadística”. Además, recalca la diferencia entre un edificio que aguante y otro que no. “Lo que distingue es el que esté ajustado a las normativas actuales y que esté ejecutado con una cierta honradez”, añade. 

Erdogan ha anunciado la construcción de 200.000 casas para personas afectadas por los dos terremotos. Asimismo, el ministro de Urbanismo, Murat Kurum, ha asegurado a la prensa que “los núcleos urbanos deberán reconstruirse en suelos sólidos, lejos de la falla geológica que ha provocado los terremotos”.

Pérdidas económicas
Los daños materiales se estiman en 34.000 millones de dólares estadounidenses (32.000 millones de euros). Frente a ello, el Banco Mundial ha anunciado un fondo de 1.780 millones de dólares (1.670 millones de euros) para la reconstrucción y ayuda que necesita el país afectado. 

Según la institución financiera de Turquía, tras la catástrofe, la bolsa de Estambul ha paralizado sus acciones como medida cautelar. Diez de todas las provincias afectadas por el terremoto figuran entre las más pobres del país, las cuales representan el 15% de la población turca y el 9% del PIB.

¿Qué piden los afectados?
Se estima que el total de personas afectadas supera los 24 millones, de las que al menos dos se han visto empujadas a desplazarse. Muchos de ellos han perdido sus hogares y tienen dificultades para cubrir las necesidades básicas. Por el momento, estas personas duermen en tiendas de campaña, polideportivos públicos, o campos de desplazados en otras provincias. Las autoridades trabajan en coordinación con las ONGs para dotar a los afectados de alimentos y mantas mientras elaboran planes de acción.

Usoa Zubiria afirma que desde un primer momento se intentó cubrir las necesidades básicas lo antes posible, pero que, aunque el agua y la comida llegó a muchos lugares, “es cierto que hubo zonas a las que no llegó la ayuda del Estado, pueblos en los que casi una semana después se veía que no había ido nadie y que seguramente ahí habría también mucha gente atrapada entre los escombros”. 

 

 

 

 

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Durante unas semanas, los ciudadanos turcos y sirios han gozado de la atención de los medios de comunicación. Sin embargo, el paso del tiempo hace que los acontecimientos dejen de ser noticia y pierdan espacio en los telediarios. Otra de las cosas que piden los afectados, explica Zubiria, es “que no sean olvidados por la comunidad internacional y que exista un compromiso para que puedan salir adelante y reconstruir el país”.

Miles de personas han perdido su hogar, su familia y su vida. Un desastre natural de esta magnitud lleva a pensar: ¿qué somos ante el mundo? Zubiria sostiene que de toda esta tragedia “también sale lo mejor del ser humano”. A pesar del terror, entre los escombros siempre florece humanidad y solidaridad.