Estonia acordó con la Unión Europea que aceptaría acoger una cuota total de 550 refugiados. De los posibles candidatos a recibir su protección internacional, Estonia rechaza a más de la mitad. ¿Por qué? ¿Es distinta la gestión de la política de refugiados en un país sin apenas tradición migratoria? El gobierno del país báltico lo tiene claro: sí. La protección internacional está absolutamente controlada y la selección de inmigrantes de la cuota es muy restrictiva.
Cuando explotó la crisis de los refugiados en el verano del 2015, la reacción en la sociedad estonia fue de un pánico generalizado. Las imágenes de miles de inmigrantes saltando vallas en el sur de Europa aparecían constantemente en prensa y televisión. La opinión pública se escandalizó, asustada por la posible llegada masiva de extranjeros. Y es que Estonia no se declaró país independiente de la URSS hasta 1991, por lo que no es, históricamente, un territorio receptor de inmigrantes desde países distintos a Rusia y Ucrania (especialmente desde que empezó la guerra). Y los que han llegado, es porque estaban de camino a otro sitio: Suecia, Noruega, Finlandia o Alemania.
Reflejando los temores de sus ciudadanos, el gobierno rechazó la primera cuota que le Comisión Europea le propuso, más de mil refugiados. Tras unos meses de negociación, se llegó al pacto por el que Estonia se compromete a acoger a 550. En el acuerdo, sin embargo, no se recoge cómo tiene que brindarse la protección internacional.