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Twitter, ese espacio de debate que alguien ha descrito como una versión moderna de las pintadas que se dejan en las puertas de los baños públicos, se ha llenado estos días de lectores enfurecidos por lo que consideran un agravio comparativo entre las coberturas de los atentados de Bruselas y Pakistán. ¿Por qué tanto espacio dedicado a los europeos y tan poco a los paquistaníes? ¿Acaso a los medios les importan más unas vidas que otras?
El redactor jefe de internacional del portal estadounidense Vox ya describió en noviembre la hipocresía de lectores que le plantearon la misma pregunta en relación a los atentados de París y Beirut. Max Fisher defendía el trabajo de la prensa y sostenía que el problema estaba en una audiencia que se indignaba por la supuesta ausencia de una información que ni buscaba ni le interesaba. La polémica había empezado cuando un tuitero logró atención mundial con un mensaje en el que, utilizando una foto de un acontecimiento que había tenido lugar en Beirut una década antes, denunciaba el supuesto silencio de los medios tras la masacre en un bastión de Hizbulá. Para Fisher «era difícil no ver la ironía» en ese tuit lleno de imprecisiones que el autor podría haber evitado si hubiera leído una información que no sólo existía, sino que había sido publicada en cientos de medios.
Lo ocurrido con Pakistán estos días también es representativo. Algunos lectores me han escrito ofendidos porque no llevamos a portada la noticia del atentado de Lahore -sí en páginas interiores-, una queja en principio legítima. Lo sorprendente es que no recibiéramos ese toque de atención durante la última década, en la que Pakistán ha sido el país del mundo más golpeado por el terrorismo junto a Irak. Una media de dos atentados diarios.
Entre 1999 y 2013 viajé a menudo por el país, informando de golpes de Estado, terremotos y brutales matanzas terroristas. El interés que despertaba lo que narraba desde allí solía ser inferior a las crónicas de fútbol de segunda división. Pero éste y otros periódicos seguimos cubriendo la zona porque creíamos que era nuestra responsabilidad.
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