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La forma y sentido que desde 2012 tiene la Diada confirma que el catalanismo ha pasado a su fase siguiente, la de religión política. Concluye así lo apuntado por Prat de la Riba, padre del nacionalismo catalán: “la religión catalanista tiene por Dios a la Patria». Cambó, del que alguno se acuerda ahora, también lo expresó en 1911 al decir que el “problema regionalista” era una cuestión de fe, de creer en cada patria particular.
Tras cien años de construcción nacional, el catalanismo político ha tomado los esquemas de las religiones históricas para aumentar su eficacia. Veamos cómo:
1.El culto reglado y obligatorio
El culto del catalanismo político impuesto desde la época de Pujol se fundamenta en símbolos, rituales, conceptos y clérigos. Ha sido un proceso de cuarenta años en los que la bandera de la estrella, las performances de estilo nacionalsocialista y el lenguaje para describir su victimismo han estado en manos de organizaciones de estilo clerical como Òmnium y ANC, bien alimentadas por la Generalitat. Ambas han movilizado a los creyentes con hábitos bicolor y lazos, salmodias, procesiones, fechas de guardar y santos laicos que venerar.
La Generalitat y su entramado institucional han creado así, en expresión de Voegelin, una religión política obligatoria y omnicomprensiva mediante leyes y subvenciones, a la que los catalanes deben someterse o arriesgarse a la muerte civil. Quien no acepta el dogma y el culto independentista no tiene cabida porque es, como escribió Rousseau en referencia al catecismo civil, un “insociable”, un ser incapaz de “inmolar… su vida a su deber”.
2. Es una cosmovisión
En estas décadas, el catalanismo político ha culminado una Weltanschauung; es decir, una cosmovisión consistente en un conjunto de creencias fundado en la fe nacionalista, que permite explicar la existencia de todo y que dirige el comportamiento. Esa Weltanschauung se transmite por la lengua, y especialmente por la sangre. Es una cuestión biológica que, a su entender, otorga un raciocinio natural distinto que debe estar en consonancia con una cosmovisión y, por supuesto, una forma de gobierno.
Torra, entre otros, siguiendo la estela de Sampere i Miquel, Batista i Roca, o Pompeu Gener, usa el lenguaje biologicista como argumento político, y hace descansar en esa “naturaleza” la comprensión del problema catalán o el deseo de independencia. Por eso no es suficiente para Inés Arrimadas, nacida “en el exterior”, el tener un catalán excelente: le falla la sangre. También esto explica que las listas electorales de los partidos secesionistas hayan evolucionado desde 1977 hasta contener casi en exclusiva apellidos catalanes.
3. El Paraíso en la Tierra
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