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La política de las emociones vivió el pasado 2 de abril el ocaso de sus mejores tiempos. El Partido Popular pone fin a un periodo en el que la comunicación política se ensayaba en los platós para después lanzarse al ruedo más complicado, el del Congreso de los diputados. La formación vuelve a apostar por el recurso que mejor le fue a Mariano Rajoy: el de la tecnocracia. Quizás las alfombras estén pidiendo a gritos que las levanten. Y sobre ello el Partido Popular acumula experiencia. Con el horizonte nublado por la inflación y una crisis de deuda global de la que España no es ajena, vienen tiempos complicados donde no hay espacio para outsiders u otros experimentos políticos. Gestión, credibilidad y experiencia. Los votantes no se sentirán atraídos por grandes discursos, sino por propuestas que permitan unas cuentas nacionales saneadas. Pero a diferencia del año 2011, el contexto es otro y la dificultad es doble.
El PP "vuelve a apostar por el recurso que mejor le fue a Rajoy: el de la tecnocracia"
El XX Congreso Nacional del Partido Popular ha servido para tres cosas: la primera, para pedirle una segunda oportunidad a la militancia. Bajo el lema “Lo haremos bien” Alberto Núñez Feijóo y Juanma Moreno han insistido en recalcar que la formación está unida. Aunque los gestos, no ya de Pablo Casado, que aguantó estoicamente la sonrisa durante todo el Congreso, sino de su más fiel consejera, su mujer, no necesitaron mayor explicación. Las muestras de apoyo a Casado no llegaron con claridad hasta que el expresidente José María Aznar le dio las gracias. Tras sus palabras también hubo un discreto tiempo para el ya expresidente del partido en boca del resto de líderes. Feijóo dejó un recado a los asistentes al Congreso: pregonar allá donde vivieran que el cambio había llegado.
El segundo mensaje es el de la refundación. Manuel Fraga fue recordado en tantas ocasiones que llegó un momento que la sensación era la de un epíteto: recurrir al pasado es sinónimo de nostalgia. Sevilla como eje geoestratégico de recuperación de un 1990 difícilmente recurrible en un presente donde las mayorías absolutas forman parte del ya mundo ideal y donde los pactos serán más que necesarios. Para estas dos réplicas el recién elegido presidente del partido tenía la respuesta estudiada. La formación no mira el pasado, tiene la vista puesta en el futuro. El siguiente as que sonó en el auditorio fue el de las alianzas. En el pactómetro caben todas las sumas rocambolescas que el futuro tenga entre sus manos y en ellas hay una formación: Vox. Feijóo tiene la solución: partido abierto y europeísta. Sin carnés ni ideologías. ¿Entenderá el votante esta propuesta?
Alberto Núñez Feijóo inaugura este nuevo rumbo del partido con una máxima: centralidad. ¿Será viable en estos tiempos líquidos donde la polarización atrae votos? ¿O será que Feijóo sabe que pronto los ciudadanos le volverán a pedir al partido que arregle el desaguisado del Gobierno que podría heredar? El nuevo presidente del Partido Popular tiene un doble reto ante sus ojos: cohesionar de puertas hacia dentro y arreglar las tuberías de las cuentas nacionales cuando sea su turno.
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