Luchas internas de facciones enfrentadas, nudillos aporreando las puertas que dan acceso al poder, intercambio de mensajes, llamadas, correos y cuantas formas de comunicarnos internamente nos ofrecen las nuevas tecnologías, conversaciones, chácharas, bisbiseos, señalamientos, frases amables, oportunas, mordaces, socarronas, afiladas críticas, contumaces defensas, descalificaciones banales, apreciaciones cínicas….
Así se están moviendo los partidos políticos españoles –todos—ante el reto de las elecciones europeas del 25 de mayo. Hay que elegir la mejor lista –cincuenta y cuatro aspirantes a un escaño en Estrasburgo/Bruselas—para que represente los intereses de un país diezmado por la crisis, escandalizado por la falta de rigor en políticas que deberían aplicarse desde Bruselas y completamente huérfano de ayudas o, por lo menos, de gestos solidarios.
Y sin embargo, la clase política intenta convencer a la ciudadanía de la importancia de esta consulta electoral. Tal es así que la confección de las listas supone un serio quebradero de cabeza para quien tiene que tomar la decisión.
Jaime Mayor Oreja, Alejo Vidal Cuadras, Luís Fernando López Aguilar, Magdalena Álvarez, Carlos iturgáiz, Joaquín Almunia, Luis Yáñez y otros muchos representantes de la clase política española doméstica (es decir los que trabajaron en el interior, como se decía en la clandestinidad) obtuvieron escaño en la delegación parlamentaria española en Europa cuando la estrella con la que habían brillado con más o menos intensidad, se oscureció. Una crisis de gobierno, la pérdida de unas elecciones, una metedura de pata en la comunidad autónoma en la que debían representar los intereses de partido, una mala gestión…. La retirada de la vida política activa tenía como contrapartida ocupar un puesto (a ser posible entre los diez primeros) en la lista que garantizaba el pasaporte a Bruselas, sin escalas. La estrategia posibilitaba matar dos pájaros de un tiro: quitarse de en medio al político molesto, una rémora para la estabilidad y eficacia del partido, y garantizarle el pago de los servicios (buenos o malos) prestados, a cargo de la nómina ajena. ¡Ellos sí que iban a representar los verdaderos intereses españoles más allá de nuestras fronteras! Y todos los descabezados pugnaban por colocarse en primera fila, blandiendo como arma política la importancia de representar los intereses de España en Europa.
Se da, incluso, el caso de pequeños partidos regionales o nacionalistas que forman coalición para acudir juntos a los comicios. Al ser circunscripción única, las posibilidades de salir elegidos sus miembros son mínimas. Aspiran, con suerte, a obtener un solo escaño. La lista la encabeza el líder de un partido y como número dos, el del otro que ha formado la coalición, de tal manera que se estipula que a los dos años y medio, la mitad de la legislatura, el número uno dimite para que pueda ocupar la segunda parte del ciclo el segundo de la lista, que representa los intereses de otro partido.
Y mientras tanto los técnicos, los que saben cómo negociar la PAC, entienden de cuotas lácteas para los productores gallegos, hacen números para que los pescadores del Golfo de Vizcaya no sufran demasiada merma cuando se les retira la licencia de la pesca de la anchoa, los que bregan para conseguir una subvención para el carbón, tienen que esperar a que se modere el debate para aspirar a seguir trabajando en Europa para España, si es que les llega el turno en la lista.
Habría que levantar un monumento al europarlamentario desconocido. Con llama votiva y todo…