Lamentablemente, es así. Ha tenido que ocurrir un terrible atentado en Afganistán, perpetrado con una ambulancia bomba y en el que murieron más de 100 personas, para que la actualidad internacional se vuelva a fijar en ese país.
Sin embargo, en esta ocasión no se aplica el dicho de "No news, good news" (si no hay noticias, son buenas noticias), ya que en Afganistán los atentados, enfrentamientos y escaramuzas se registran a diario, aunque no lleguen las noticias a Occidente.
Esta situación muestra la problemática de un territorio que lleva más de 16 años buscando una salida que no termina de encontrar, a pesar de que se han puesto numerosos esfuerzos para lograrlo tanto diplomáticos como, especialmente, militares.
La presencia del Ejército de Estados Unidos y sus grandes operaciones sobre el terreno consiguieron reducir el protagonismo de los talibanes, al tiempo que se reforzaba al Gobierno de Afganistán. Sin embargo, la paulatina reducción del número de tropas estadounidenses y la transición hacia las instituciones y el Ejército afganos no ha sido tan efectiva como se pretendía.
Los talibanes han ido recuperando el terreno perdido y sus ataques se están recrudeciendo, tanto contra objetivos locales como extranjeros. Por si no fuera suficiente, el autoproclamado Estado Islámico (Daesh) está empezando a tener presencia notable en el país, lo que aumenta el caos existente y supone un nuevo desafío.