Suena de nuevo en algunos medios la idea de bloquear la opción de que los lectores opinen en las noticias: poner fin a que dejen sus impresiones directamente tras el texto de la noticia, en sus ediciones digitales. Frente a abrirse a que los lectores aporten e incluso corrijan, surgen quienes se posicionan en contra ante la realidad, aparente, de que la gente tiende a comentar más las cosas negativas. Y
“los trolls“.
En
“La psicología de los comentarios en línea“, de la revista New Yorker, y en los motivos aducidos por The Chicago Sun-Times para prescindir de los comentarios
(desarrollado en Poynter) se aportan algunas claves para acercarse a la postura de quienes dicen que hay que eliminarlos. Extremos en los que se hace de menos a los demás o se incita a la violencia. O se dice, incluso, que comentarios xenófobos campan a sus anchas.
Pretendiendo una pequeña muestra, lo planteo en clase… y ni uno solo entre una treintena de alumnos de periodismo y comunicación ve bien la posibilidad de que los medios se cierren a los comentarios. Por la “sensación de transparencia” que supone ninguno defiende su eliminación, concebida como also “insólito”. Y el tema de “¡la libertad de expresión!”. Entonces, nos preguntamos: ¿Qué está pasando? ¿Cómo es que los editores se plantean la cuestión y hay quienes optan por algo que a los alumnos les resulta inaudito? ¿Qué se puede hacer?
Por otro lado, avanzar en todo lo que lleve a que la gente se haga responsable de lo que dice, desde su autonomía de la libertad. Esto no es difícil en un escenario en el que los comentarios requieren registro, bien con un formulario en la web del medio, bien con alternativas intermedias como ‘twitter connect’ o ‘facebook connect’, que permiten que los perfiles sociales sean directamente los que aparecen al hacer los comentarios.
Por otro lado está el tema de la moderación, que requiere recursos y tiempo. Y que si se hace, debería ser de manera no arbitraria. Basada en unas normas de la comunidad. El clásico que existe en foros digitales desde los años 90. Desde normas temáticas (se decide sobre qué se habla) a normas de estilo (qué se admite y qué no… como puedan ser insultos o vejaciones). Unas reglas del juego claras. De modo que se reaccione de la misma manera ante situaciones similares. Esto es como la discoteca donde se prohíbe la entrada con zapatillas pero ves que a ti te echan atrás y al que va detrás, con tus mismas zapatillas, le dejan pasar. Eso es lo que se debe evitar con la existencia de unas normas básicas y que se apliquen.
A esto se puede sumar lo que se quiera, si la tecnología acompaña. Como la posibilidad de un algoritmo en función de criterios de ‘karma’/reputación… de modo que usuarios que anteriormente han visto sus comentarios eliminados son penalizados, por ejemplo.
Algo así ya tiene en marcha The New York Times.
How ‘Verified Commenters’ Earn Their Status at The Times, and Why - nytimes.com
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‘Contras’ hacia los comentarios
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Comentarios tenderían a ser ofensivos, ocasionando ‘peleas de barrio’ entre los lectores. Y un ‘efecto estampida’ de lectores habituales.
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Críticas… ¿innecesarias?
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Veracidad/credibilidad del medio, puesta en cuestión. ¿Menoscabo de la cabecera?
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‘Spam’. Cosas que nada tienen que ver. ‘Ensucian’. ‘Trolls’… y protagonismo de los mismos. Insultos.
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Coste de moderación: personas y tiempo extra requerido.
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‘Pros’ de los comentarios
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Permiten conocer a la audiencia. Crear comunidad (factor incluyente). Cercanía. Participación.
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Coherencia con la razón de ser última de los medios. Favorece la confianza en los mismos.
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Confianza en el lector: presunción de que es maduro. Con criterio propio. Valor positivo para la cabecera.
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‘Feedback’/reciprocidad medible. Sirven de guía para saber qué gusta al público que te lee. Comentarios de ánimos y agradecimientos suben la autoestima.
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Fomento de una visión abierta. Percepción de imparcialidad, con opiniones incluso contrarias, sin que ello suponga un drama. La gente puede dar su opinión a través de comentarios y a la vez esos comentarios pueden ayudarnos a mejorar, sondeando al lector.