Jamás sería leñadora, no tengo nada en contra de ese oficio, ni mucho menos, pero no me gusta. Me encanta el calor que la leña produce en la chimenea y la luz que dibuja en las paredes, pero la profesión me transmite sensación de frío y humedad, dolor de articulaciones y manos castigadas. Sin embargo volvería a elegir el periodismo como forma de vida una y otra vez, siempre.
A veces también duelen las articulaciones, como cuando te pasas horas delante del ordenador intentando dar forma a una historia, o sientes frío cuando toca hacer fotos en una azotea en pleno invierno... Pero no te importa, esa noche llegarás a casa congelada pero recordando lo bonita que se veía la ciudad desde las alturas y feliz porque al final encontraste las palabras que ponían voz a la realidad que necesitabas contar.
La semana pasada se conoció el ranking de las mejores y peores ocupaciones que cada año publica en Estados Unidos la web de empleo CareerCast, y la de periodista es la segunda peor profesión del mundo de un total de 200, solo por detrás de la de leñador. En la elaboración de este estudio se tienen en cuenta criterios como tasas de empleo, niveles de estrés, salario y ambiente en el trabajo. Por desgracia, es verdad que esta profesión no atraviesa su mejor momento, las condiciones laborales han empeorado muchísimo y las cifras del sector no parecen mejorar, de hecho, según las previsiones, las perspectivas de empleo para los periodistas se reducirán un 13% en los próximos 8 años.
Sin embargo, sigo pensando que, como decía nuestro ya eterno García Márquez, el periodismo es el mejor oficio del mundo. Para mí, periodismo es vida, verdad, democracia... es una pasión con la que naces y que forma parte de tu ADN, que transforma tu mirada y te permite conocer personas y mundos que de otra manera quizá nunca se hubieran cruzado en tu camino... Porque el periodismo no es una profesión, es un compañero de viaje. Así es que la leña la seguiré dejando solo para caldear mis días de invierno.