Antes del referéndum, los políticos del Brexit prometían a los electores que se ahorrarían unos 350 millones de libras a la semana—cada siete días—si votaban a favor de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, y que podrían dedicar eso a la Sanidad británica, a la nacional. Era mentira. Antes de las elecciones presidenciales, Trump prometía un muro con México, para proteger la nación, y la revocación del Obamacare. Mentira, de momento, y mentira. Antes del 1-O, los separatistas prometían de todo, que si Europa y el mundo les apoyaría, que si llegaría la gloriosa república nueva el 2-O, o que si la nueva economía nacional iría de maravilla tras la separación del malvado Estado español. Mentira, mentira y mentira. Tres procesos populistas potentes alejados de la realidad económica, jurídica, comercial o social; tres desafíos a los sistemas existentes; y tres líderes adeptos en la manipulación de los medios y de las redes sociales para hacerse con el poder o con el resultado que buscaban.
Decimos "populista" o "socialista" o "conservador" pero las etiquetas que usamos varían y evolucionan con el paso del tiempo
Desde que empezó esta columna hace algo más de un año, nos hemos fijado de manera repetida en esos fenómenos y en el de Podemos, que sería otro ejemplo de desafío populista al sistema existente, de nuevo con un fuerte dominio de las redes sociales y de la manipulación de los medios. Decimos "populista" o "socialista" o "conservador" pero las etiquetas que usamos para las distintas corrientes políticas varían y evolucionan con el paso del tiempo, y perduran en nuestro léxico público, aunque hayan perdido casi por completo su contexto original. Así, en inglés, tenemos "Tory", por ejemplo, para referirnos hoy en día al Partido Conservador, pero que se refería hace cuatro siglos a los "Caballeros" monarquistas que se enfrentaban a Cromwell en la Revolución Inglesa. Como aún no había ocurrido la Revolución Industrial, con el vapor y las fábricas y los obreros, ni Marx ni Adam Smith, se enfrentaban a los "Whigs", que podríamos interpretar como los progresistas del momento por preferir la opción anticatólica, una monarquía constitucional parlamentaria (fíjense) y el comercio libre. En el siglo XIX, empezaron a coger fuerza el socialismo y el comunismo, por el citado cambio tecnológico y la evolución de las relaciones económicas y sociales. Cada corriente describe una manera diferente de repartir y gestionar el poder. En manos de quién y entre quién.