Suele decirse que cada pueblo tiene los políticos que se merece. Los políticos, es verdad, no nacen espontáneamente como las setas silvestres, ni acaban de aterrizar desde Marte (aunque a menudo nos lo parezca). Los políticos son hijos del pueblo que, mejor o peor según la propia calidad ciudadana, los engendra, los proyecta, los exige, los vota y los bota. Pero también es cierto que los pueblos no son unidades monolíticas y homogéneas, y que en toda sociedad hay personas y grupos de vanguardia y retaguardia, que guían o lastran al conjunto. La realidad política española evidencia hoy que el pueblo está por encima de sus (in)gobernantes.
No podemos hoy juzgar a los conservadores de mirar a otro lado o de ser poco sensibles frente a los casos de corrupción, pero sí podemos juzgar a Mariano Rajoy de no distinguir bien entre lealtades privadas y responsabilidades públicas. No podemos juzgar hoy al votante socialista de la falta de gobierno, pero sí a Pedro Sánchez de su permanencia en el fantasma de <i>las dos Españas</i>, alimentando una fractura que más tiene que ver con las cuotas de poder que con la realidad de los españoles.
No podemos juzgar a los votantes de Ciudadanos de buscar una alternativa sensata a las opciones tradicionales, pero sí podemos culpar a Albert Rivera de inconsistencia programática. Finamente, no podemos culpar a los votantes de Podemos de expresar con un puñetazo sobre la mesa la vergonzosa falta de conexión con la ciudadanía y la falta de moralidad de la cosa pública de nuestros gobernantes, pero sí podemos culpar a Pablo Iglesias de populismo trasnochado y barriobajero.
Suele decirse, también, que estamos ante una crisis del sistema. No lo creo. El sistema funciona bastante bien, aúnen situación de (in)gobierno. El sistema funciona bastante bien, aun con la corrupción imperante. Y el sistema ha permitido también la pluralidad política que, supuestamente, no permitía. No es el sistema, son las personas. Y, en este caso, no son los ciudadanos, sino los (in)gobernantes. ¿Habrá terceras elecciones? Si las hay, a votar iremos. Que por nosotros, no quede. Que la miseria de nuestros políticos no nos haga a nosotros más miserables. Mostremos el buen juicio, la paciencia y la normalidad de la que ellos parecen incapaces. Retomando la idea inicial: que sea el pueblo quien eduque a sus políticos.
Artículo publicado en www.lasemana.es y reproducido en Corresponsales de Paz por gentileza de la dirección de LaSemana.es.