Accede y aprovecha todas las ventajas
El primer asalto lo ganó Rivera. Fue el más ágil, más seguro, más convincente. Y lo perdieron los otros tres, al ser un combate en el que puede haber sólo un ganador. Aunque hubo diferencias entre ellos. El que más perdió fue Sánchez, defensor del título. Sus silencios, evasivas, vacilaciones aumentaron las dudas sobre él. Si se le añade su espantada final, que obligó a su segundo a dar la cara por él, mostró, además de cuanto se le acusa, cobardía, algo inadmisible en un jefe de Gobierno. Tras él, Pablo Casado no aprovechó la ocasión para demostrar que es el líder de la oposición. Puede que, ya por parecer presidenciable, ya por evitar cualquier error, el caso es que sólo al final aceptó el cuerpo a cuerpo, convenciendo por lo menos a los suyos. Entre él y Rivera, golpeando cada uno por su lado, pusieron al borde del K.O. a un Sánchez que solo sabía decir «mentira, mentira, mentira», a preguntas tan lacerantes como el posible indulto a los líderes independentistas o con quién pactaría gobernar. Fue, posiblemente, lo que le hizo huir de los micrófonos al salir. Mientras Iglesias provocó el único lance humorístico de la jornada: él, que se ha especializado en atacar la Constitución, dedicó buena parte de su tiempo a leernos algunos de sus artículos. Pero sólo los que le convenía. Del que habla de la «unidad indisoluble de la nación española» de España, se le olvidó. Y es que los políticos tienen una memoria fatal. Aunque eso le definió.
Pero era el primer asalto y quedaba otro, el de anoche, que podía confirmar o revertir la situación. Con lo mismos actores y temas a debatir, fue una copia del primero, pero mucho más alta, bronca y agresiva. Rivera volvió a salir en tromba, pero esta vez los más refrenados la noche antes, Casado y Sánchez, respondieron enérgicamente llegándose a veces a la algarabía. La única novedad fue un todos contra todos, con fuego cruzado entre Rivera y Casado, así como entre Iglesias y Sánchez, sin olvidar a disparar a los contrarios ideológicos. Discreparon en prácticamente en todo, desde el paro a la inmigración, la vivienda y el aborto, con la confrontación máxima en el tema catalán. Todos con su solución, que era la de siempre. Sin acuerdo, sin avance, sin aclarar nada. Al revés, dejando más embarrado el escenario.
Conviene no olvidar que aún quedan cuatro días en los que se combatirá con más ferocidad si cabe que hasta ahora, con las sorpresas acechando tras cada esquina. Nuevo sólo es que, sin abandonar su esperanza de llegar a un acuerdo con Rivera, Sánchez se prepara para gobernar en solitario, con apoyos puntuales con unos u otros. Si pudo hacerlo con 84 diputados, mejor podrá hacerlo con los 130 o más que espera sacar. Pero los problemas económicos y territoriales no harán más que crecer. ¿Nuevas elecciones en otoño? Todo es posible. Por lo que conviene tener en cuenta que no votamos sólo a un partido o candidato. Votamos también a aquéllos con quienes decida gobernar, para no llevarse un chasco si, votando derecha ayudamos a la izquierda, a gobernar. Y viceversa.
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