Tomo de su estante la antología de Quevedo. Leo el arranque de su soneto inmortal: "Miré lo muros de la Patria mía". Ea, pues vamos a hacerle caso a don Francisco. Vamos a echarles una miraíta. Se la echo. Y no me queda más remedio que exclamar:
- ¡Ojú! ¡Ojú cómo están los muros de la Patria mía!
¿Qué digo los muros? Hasta los tabiques de pladur. ¡Cómo está el patio! Para pedir prestados pañuelos y llorar por los rincones. Decía una portada de ABC que Cifuentes estaba "tocada, pero no hundida". Si sólo fuera Cifuentes. Pero es que a España y a su estabilidad constitucional la ha debido de mirar un tuerto. O será lo poco que dura la alegría en casa del pobre, que por mucho que pregonen las excelencias de nuestro crecimiento económico, las pensiones han aumentado un 0,25 por ciento, una miseria, mientras que ha habido político que se ha subido el sueldo lo menos hasta todo lo alto de las torres del Real Madrid en el caso de la capital del Reino o de la Torre Pelli en el caso de mi Sevilla de mi alma, miarma.
Si Isabel II de Inglaterra tuvo aquel "annus horribilis", a nosotros nos han crujido con una "hebdomas horribile". No hay institución del Estado que no haya sido tocada en esta semana, aunque por fortuna no hundida, como algunos quisieran. Desgraciadamente han sido las instituciones que sacan mejores notas en los exámenes del aprecio de los españoles, y que suelen ser un poquito más serias que las pruebas de Cristina Cifuentes para hacerse Maesteresa de aquella manera. Ha quedado tocada la Universidad con este triste lance de una señora sobre la que sigo preguntándome para qué demonios necesitaba ese máster, si ya tenía por el mango la sartén del poder. Ha sido en la Universidad Rey Juan Carlos. Pero como todos los fuegos son el fuego, a los ojos de la gente todas las Universidades (incluidas las muchas de la Señorita Pepis que existen) son la Universidad. El "alma mater" ha quedado como alma de cántaro.