“Si todos los periodistas dejáramos de trabajar, el mundo sería infinitamente más injusto”. Es una de las frases que se oyeron en la sesión que la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) dedicó recientemente al tema “Corresponsales de guerra”. La pronunció uno de los ponentes, José Antonio Guardiola, director del programa “En portada”, de TVE.
Todos los ponentes, periodistas con experiencia en conflictos armados, coincidieron en que hay que escapar de la imagen del reportero aventurero y en definir al corresponsal de guerra como un reportero que se dedica a contar historias. Por eso, la mejor escuela es la información local, en la que el periodista-reportero investiga y escribe sobre asuntos de interés.
También coincidieron los participantes en que en este campo informativo cada vez hay y habrá menos periodistas de plantilla y más autónomos, más freelances, aunque estos padecen un grave problema de falta de derechos laborales.
El problema es en realidad una cadena de problemas. Primero, los empresarios restringieron el envío de periodistas a los países en conflicto por razones económicas y por la inseguridad (principalmente, secuestros) de los enviados especiales. Después, se decidió sustituir al periodista de plantilla por el freelance, al que solo había que pagar por pieza, es decir, por reportaje o foto publicados. Pero como la inseguridad, los secuestros, persistía, actualmente las empresas prefieren en muchos casos recurrir a autónomos locales, es decir, a periodistas del país en conflicto, a “periodistas ciudadanos” o a publicar fotos obtenidas por los participantes en los conflictos. El coste para las empresas es menor, pero la falta de objetividad de los autónomos locales, de los activistas o de los guerrilleros que participan en las revueltas es realmente notoria.
Otro fenómeno de reciente aparición es que los periodistas de países del norte (Norteamérica, Europa), que habitualmente eran quienes acudían a las zonas en conflicto, están siendo sustituidos por enviados especiales de los países emergentes, como la India. Es otra forma de sortear el cuasi monopolio que hasta hace poco tenían, en temas internacionales, las dos principales agencias: Associated Press y Reuters, con enfoques similares sobre los conflictos.
En lo que coincidieron los ponentes participantes (Ana Alonso, jefe de Internacional de “El Mundo”; Herman Zin, director de documentales; Olga Rodríguez, especialista en el Próximo Oriente; JM López, fotoperiodista, y José Antonio Guardiola) es en la necesidad de la buena formación del periodista que acude a zonas de conflictos: estudiar, leer, saber idiomas, elaborar una amplia agenda. En definitiva, años de preparación. Y practicar antes la labor de reportero en cualquier ámbito: la información local, etcétera.
Otro de los problemas abordados en la sesión de la APM fue el de la falta de derechos de los autónomos o freelances. En España existe una “desregularización total, salvaje e inmisericorde” para los autónomos, en palabras textuales de Francisco Audije, de la Federación Internacional de Periodistas, participante también en la reunión, mientras que en muchos países, como en nuestra vecina Francia, rige una legislación que ampara a los freeelances con una contrato tipo por jornada, con cotizaciones sociales, etc. Sobre la mesa quedó la propuesta de que la APM intente crear un acuerdo marco de tarifas para los freelances.
A pesar de todo, y como se recordó en la sesión dedicada al tema “Corresponsales de guerra”, sigue vigente la frase de la periodista alemana Anja Niedringhaus, premio Pulitzer 2005 por su cobertura de la guerra de Irak, cuando describió la tarea del reportero en las zonas en conflicto: “Esto es muy peligroso. Pero es importante. Se tiene que hacer”.