Casi dos horas y media, el tiempo vuela. La primera conversación es sobre la comunicación. Rick Martinez (Michael Peña) y Mark Watney (Matt Damon) se vacilan mutuamente y la comandante Melissa Lewis (Jessica Chastain) les manda callar y corta la línea que mantiene todas las conversaciones un mismo canal, en contra del criterio de Watney, que considera un valor tanto el humor como el que todos permanezcan sistemáticamente en contacto. Así empieza Marte (The Martian), Ridley Scott, 2015.
Están en Marte, en una misión de la Ares III. Una poderosa tormenta de arena les obliga a abandonar el planeta y mientras tratan de subir a la nave, los astronautas pierden el contacto con Watney, quien recibió un golpe que con toda seguridad acabó con su vida. Trataron de buscarlo hasta el último segundo, sin tener contacto visual, sin oír nada por los transmisores que les permitían comunicarse. Pero Mark Watney no murió aquel día. Con suministros escasos, Watney tratará de sobrevivir y de comunicar a la NASA que sigue vivo.
Toda la película, resulta evidente, es una aventura que tiene por horizonte la supervivencia. El protagonista debe poner en juego su inteligencia, su voluntad y su carácter para lograr habitar un mundo inhóspito. Otro canto a la libertad, como suele ser habitual en los filmes de Ridley Scott. Pero hay otro tema constante en la película: la necesidad y el valor de la comunicación. En esta ocasión, el tema de la comunicación no parece tan dramático como en Gravity (Alfonso Cuarón, 2013), ni expresa los anhelos casi místicos de Contact (Robert Zemeckis, 1997) pero su alcance es mucho mayor y toca, prácticamente, todos los palos.
La comunicación entre el equipo de astronautas, entre los astronautas que retornan en la Ares III y la NASA –que les oculta información relevante–, entre el abandonado Watney y la NASA, entre científicos al margen de los gobiernos –la NASA y un experimento secreto chino–, entre la NASA y la Opinión Pública –la transparencia o no de las operaciones de una empresa pública–, etc. Transparencia y discreción, mensajes en clave, código ascii, alfabeto, correo-e, videomensajes y videodiarios, cuadernos de notas, calendarios, sobres bien etiquetados, rotuladores negros y rojos, mapas, manuales, hasta oraciones a varios dioses… un canto a todas las formas de comunicación, una reflexión, casi a veces hasta una lección, sobre formatos, modos, intenciones y resultados de la comunicación interpersonal y social, secreta y pública. Y, por supuesto –atención a todos los responsables de nuevas metodologías docentes– Ridley Scott no olvida la lección magistral en la que un veterano maestro de vida pasa el testigo a futuros astronautas.
Artículo publicado en www.lasemana.es y reproducido en Corresponsales de Paz por gentileza de la dirección de LaSemana.es.