La semana pasada ha habido huelga en la Universidad Complutense de Madrid. Martes 21, miércoles 22 y jueves 23, más concretamente. Un grupo de activistas de Políticas han dormido en las instalaciones del Campus y han decidido que ellos están dentro y nosotros fuera, convirtiéndose así en dictadores de los accesos a la educación pública.
No es casualidad que se muevan en grupos, usando la misma caracterización física, en busca de una identidad social fuerte que asocian equivocadamente con poder. De manera que unos pocos ejercen el liderazgo y los menos sufren un fenómeno cada vez más extendido que se conoce como “ignorancia pluralizada”, es decir, inhibir una actitud porque se piensa que la mayoría no la comparte. Pues bien, organizados con capuchas, la boca tapada, y palos en las manos, se han amotinado en las vallas de entrada a las distintas Facultades de Somosaguas y allí han apilado todo tipo de escombros, palets, contenedores, y bolsas de basura, llenándoseles la boca con la palabra “derechos” mientras se alzan arrebatando a los demás el derecho de asistencia a clase. Una imagen inestable para exigir responsabilidad a alguien, sea político o ciudadano.
La agresividad, que no sólo puede ser física, es una emoción que tiene un valor adaptativo incuestionable para protegernos de aquello que nos hace daño, pero en ningún caso puede convertirse en un arma contra quien piensa diferente. El respeto y la tolerancia empiezan por no juzgar al que actúa distinto, al que siente otras necesidades y tiene otras prioridades en la vida. La dignidad del ser humano no se puede reducir a un contenedor ardiendo porque esa conducta particular afecta de manera determinante a un público general que quiere disfrutar de un servicio público básico, como es la educación.
Las amenazas vertidas por estos individuos, con catástrofes y sucesos nefastos en caso de acudir a clase, no son más que un ejemplo de la coacción de un reducido grupo de personas, que no deberían hacer tambalear la seguridad en nosotros mismos, ni poner a la deriva nuestro autoconcepto o autonomía personal. No se es por ello sumiso a una idea, sino fiel a las oportunidades que nos ofrece el entorno para el propio crecimiento y propósito en la vida. Darse permiso empieza por uno mismo. Los gobiernos son pasajeros, pero el fundamento de nuestra felicidad permanece a largo plazo.
Ojalá los altavoces para la huelga rebajen sus consignas altaneras en posesión de la verdad y puedan llegar a coexistir pacíficamente con quien mira la realidad con otro color.